Consideraciones para aplicar acciones políticas urgentes en Europa y el País Vasco 

Entre los días 7 y 19 de diciembre de 2022, se ha celebrado la 15ª reunión de la Conferencia de las Partes del Convenio sobre la Diversidad Biológica de las Naciones Unidas (COP15). En 2021 se celebró la primera fase de esta reunión, en Kunming, capital de la provincia suroccidental china de la provincia de Yunnan. Ahora se ha celebrado la segunda fase que, ha tenido lugar en Montreal, Canadá.

Estas conferencias son promovidas por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) la autoridad ambiental líder en el mundo. Es quien establece la agenda ambiental a nivel global, promueve la implementación coherente de la dimensión ambiental del desarrollo sostenible en el sistema de las Naciones Unidas y actúa como firme defensor del medio ambiente.

El mencionado Convenio sobre la Diversidad Biológica de las Naciones Unidas, se inspiró para su creación en el creciente compromiso de la comunidad mundial con el desarrollo sostenible. Este convenio internacional representa un gran avance en la conservación de la diversidad biológica, el uso sostenible de sus componentes y la distribución justa y equitativa de los beneficios derivados del uso de los recursos genéticos.

Su gestación comenzó en 1988, cuando este programa de las Naciones Unidas convocó a un grupo especial de expertos para explorar la necesidad de una convención internacional sobre la diversidad biológica. Confirmada esta necesidad, en 1989, el programa estableció el Grupo de Trabajo Ad Hoc de Expertos Técnicos y Legales para preparar un instrumento legal internacional. Los expertos debían tener en cuenta tanto la necesidad de compartir costos y beneficios entre países desarrollados y en desarrollo como las formas y medios para apoyar la innovación de la población local. Su trabajo culminó en 1992 con la Conferencia de Nairobi para la adopción del texto acordado. La convención se abrió a la firma de las naciones en 1992, en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (la "Cumbre de la Tierra" de Río). Finalmente, en 1993, el convenio entró en vigor con 168 partes (gobiernos) firmantes.

La Conferencia de las Partes (COP) es el órgano rector del convenio y promueve la implementación del mismo a través de las decisiones que toma en sus reuniones periódicas. Hasta la fecha, la Conferencia de las Partes ha realizado 14 reuniones ordinarias y una extraordinaria. De 1994 a 1996, la Conferencia de las Partes celebró sus reuniones ordinarias anualmente, pero a partir del año 2000, los celebra cada dos años.

Durante la COP10 celebrado en Nagoya, en 2010, ciudad situada en la provincia de Aichi (Japón) las partes se comprometieron a cumplir lo que se denominó las 20 Metas de Aichi para la Diversidad Biológica para 2020. Entre estas metas, se propusieron reducir la pérdida de hábitats naturales a la mitad y ejecutar planes para el consumo y la producción sostenibles. Sin embargo, la Perspectivas de la Biodiversidad Mundial (GBO por sus siglas en inglés) publicada en 2020, un informe periódico que resume los datos más recientes sobre el estado y las tendencias de la diversidad biológica, señala que ninguno de estos objetivos se ha cumplido de manera completa.

El desvió en el cumplimiento de estas metas, tiene unas repercusiones muy negativas para las sociedades del planeta, ya que implica que cuenta ya con un millón de especies de plantas y animales en peligro de extinción (la mayor pérdida de vidas desde la época de los dinosaurios) cuando más de la mitad del PIB mundial, equivalente a 44 billones de dólares, depende de forma moderada o alta de la naturaleza y sus servicios. Debemos considerar que la propia existencia de la humanidad depende de tener aire limpio, comida y un clima habitable, tres dimensiones reguladas por el mundo natural.

Por ello, dotándolo de una especial relevancia, las delegaciones de los 188 gobiernos firmantes del convenio, alrededor de 15.000 personas, se reunieron en Montreal para conseguir establecer un marco mundial cuyo objetivo fuera adoptar un plan global para salvar esta decreciente biodiversidad del planeta. Este marco, denominado Marco Mundial Kunming-Montreal de la diversidad biológica, proporcionará una visión estratégica y una hoja de ruta global para la conservación, protección, restauración y gestión sostenible de la biodiversidad y los ecosistemas para lo que resta de década.

El Marco consta de cuatro objetivos globales generales:

  1. Detener la extinción inducida por los seres humanos de las especies en peligro de extinción y, para 2050, reducir a la décima parte el ritmo y el riesgo de la extinción de todas las especies.
  2. Utilizar y gestionar la diversidad biológica de manera sostenible. Además, valorar, mantener y mejorar las contribuciones de la naturaleza a las personas, tales como las funciones y los servicios de los ecosistemas.
  3. Compartir de forma justa y equitativa todo beneficio de la utilización de los recursos genéticos y la información de secuencias digitales sobre los recursos genéticos.
  4. Dotar de accesibilidad de manera equitativa a todas las partes firmantes, especialmente a los países en desarrollo y los pequeños Estados insulares en desarrollo, a los medios de implementación adecuados para aplicar plenamente el marco mundial acordado.

Asimismo, este Marco Kunming-Montreal cuenta con 23 metas de actuación que deben tomarse inmediatamente y completarse para 2030. Destacan entre ellas:

  • Conservar y gestionar de manera eficaz al menos el 30% de las zonas terrestres, de aguas continentales y costeras y marinas (cuando en la actualidad han sido declaradas áreas protegidas el 17% de las zonas terrestres y el 8% de las zonas marinas)
  • Restaurar de manera efectiva el 30% de los ecosistemas terrestres, costeros, marinos y de aguas continentales.
  • Acercar a cero la pérdida de superficies de suma importancia para la biodiversidad, incluidos los ecosistemas de gran integridad ecológica
  • Reducir a la mitad los desechos de alimentos en el mundo
  • Eliminar gradualmente o reformar los incentivos perjudiciales para la biodiversidad en al menos 500.000 millones de dólares por año, al tiempo que aumentan los incentivos positivos para la conservación y el uso sostenible de la biodiversidad
  • Movilizar al menos 200.000 millones anuales de dólares de fuentes públicas y privadas para la financiación de la ejecución de planes y estrategias relativas a la biodiversidad
  • Aumentar el total de flujos financieros internacionales procedentes de los países desarrollados hacia los países en desarrollo a, por lo menos, 30.000 millones de dólares cada año
  • Velar por que las empresas transnacionales y las instituciones financieras controlen, evalúen y difundan con transparencia y regularidad sus riesgos y efectos en la biodiversidad, junto con sus operaciones, sus cadenas de suministro y de valor y sus carteras

La inmediata implantación de estas metas de actuación requerirá una acción política urgente a varias escalas: mundial, nacional y regional. Como consecuencia, esta acción política deberá transformar los modelos económicos, sociales y financieros. Esta implantación, por tanto, será en adelante, el aspecto clave de todo este marco mundial acordado.

Entre los puntos esbozados en la COP15, y tratados con especial atención, ya figuran algunos de los grandes escollos para desarrollar esa implantación que han generado fuerte controversia y han podido suponer un obstáculo:

  • Contribución y derechos de los pueblos indígenas y las comunidades locales: El Marco reconoce las importantes funciones y contribuciones de los pueblos indígenas y las comunidades locales como custodios de la diversidad biológica y asociados en su restauración, conservación y utilización sostenible. En su implementación se ha de velar por que se respeten, documenten y preserven sus conocimientos, en particular los conocimientos tradicionales conexos con la biodiversidad, las innovaciones, la cosmovisión , los valores y las prácticas, con su consentimiento previo libre y fundamentado, entre otras cosas, mediante su participación plena y efectiva en la adopción de decisiones, de conformidad con la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas y el derecho internacional de los derechos humanos.
  • Financiación de los costes de las metas de actuación acordadas: se realizaron negociaciones centradas en cuánto dinero enviarían los países desarrollados a los países en desarrollo para contrarrestar la pérdida de biodiversidad. Se pidió que el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF, por sus siglas en inglés) estableciera un fondo fiduciario especial (el Fondo del Marco mundial de la diversidad biológica) con el objetivo de apoyar la aplicación del Marco, asegurar flujos financieros de manera suficiente, previsible y oportuna (lo que representó un importante obstáculo durante las conversaciones).

Estas referencias dirigidas a las comunidades indígenas de países en vías de desarrollo, deben tener, sin embargo, su necesaria aplicación y reflejo también dentro de los países desarrollados. Un aspecto básico es la tendencia de la sociedad occidental actual, especialmente en nuestro entorno del País Vasco, de implantar este tipo de metas de actuación del ámbito medioambiental mediante medidas coercitivas. Claro ejemplo es el caso de la actual situación normativa y legal en el País Vasco del ámbito de la gestión forestal. Pudiendo las diferentes administraciones desarrollar políticas de fomento, tienden a desarrollar tan solo meras prohibiciones y limitaciones que recaen tan solo sobre la parte social de los gestores del medio natural y sin que haya ni un fondo ni un sistema de compensación que lo amortigüe.

Por ello, las administraciones regionales y estatales de estos países occidentales como el nuestro que, vayan a desarrollar las acciones políticas necesarias para desarrollar el Marco Kunming-Montreal, deberían hacer hincapié también en sus propias comunidades locales y gestoras, aplicándoles las mismas exigencias acordadas en ese Marco para los indígenas: respetar, documentar y preservar sus conocimientos mediante su participación plena y efectiva en la adopción de decisiones. Del mismo modo, la plena implementación del Marco en estos ámbitos sociales del mundo desarrollado, requiere también de los mismos recursos financieros adecuados, previsibles y de fácil acceso que se dirija a compensar los bienes y servicios exigidos y que hayan podido ser motivo de exigencia, prohibición y limitación.

Así mismo, los puntos que contempla la hoja de ruta para implantar este marco en lo que resta de década, merecen ser ahondados con una mayor profundidad:

La conservación de la biodiversidad y los ecosistemas consiste en asegurar el mantenimiento de sistemas y paisajes naturales, con su variedad de componentes, estructuras y funciones (SECF, 2005). Es una disciplina en sí misma, desarrollada a nivel mundial desde 1948 por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Es el objetivo genérico a alcanzar con el establecimiento de este Marco.

Frente a este objetivo, la protección de la biodiversidad y los ecosistemas, sería el conjunto de medidas que aseguran la pervivencia, el progreso y la diversificación de todas y cada una de las estirpes vivientes en un territorio concreto (SECF, 2005). Hablamos ahora de cómo alcanzar el objetivo anterior de la conservación.

Las medidas a tomar para alcanzar esta protección son muy numerosas y variables. Dependen no solo de las características intrínsecas de los diferentes elementos biológicos a conservar, sino también de la cultura y los valores de la parte social que lo conciba. Por ello, el Marco incluye un apartado que reconoce y tiene en cuenta esos diversos sistemas de valores. Sin embargo, la mención se limita a aspectos como la biodiversidad, los ecosistemas, la Madre Tierra, los sistemas de vida y las contribuciones de la naturaleza a las personas como son los bienes y servicios de los ecosistemas y los dones de la naturaleza. No ahonda en el concepto de la protección.

Para muchos ámbitos sociales, sobretodo en el ámbito más urbano y más alejado de las poblaciones rurales, la protección se concibe como un alejamiento de la intervención humana. Piensan que cuanto menos intervenga el ser humano en la biodiversidad y en los ecosistemas, más se estará protegiendo. Esto provoca que las acciones políticas encaminadas a este objetivo, por ejemplo, el establecimiento de espacios protegidos o medidas concretas de protección de especies naturales, tiendan a impedir o limitar la intervención humana.

Sin embargo, el ser humano ha sido, y es, otro elemento más de la biodiversidad y de los ecosistemas naturales. Ha sido partícipe en su constitución, por lo que declarar ahora áreas protegidas donde restar fuertemente oportunidad de intervención al ser humano, no necesariamente alcanzará el objetivo de la conservación. Estas áreas, así concebidas, incluso pueden llegar a verse más afectadas y deterioradas.

La estrategia sobre biodiversidad para 2030 de la Unión Europea incorporada en el Pacto Verde Europeo, es un claro ejemplo donde se busca la conservación de la biodiversidad y de los ecosistemas con esta forma de entender la protección. Un punto fundamental de esta estrategia es que hasta el 30% de la superficie terrestre de la UE (4% más que ahora) esté bajo alguna figura de áreas naturales protegidas, y que al menos el 10% de estas áreas de protección (las que muestren un mayor potencial en materia de biodiversidad) sean de protección estricta (sin gestión alguna).

Este tipo de propuestas de protección de los ecosistemas naturales, aviva las demandas de muchos colectivos que ansían implantar estas figuras y promueven entre la población social gestora el abandono de su gestión. Este es un preocupante hecho que pudiera generar graves problemas de abastecimiento tanto de bienes como de servicios ecosistémicos.

Por otra parte, la restauración de los ecosistemas naturales es el proceso de reconversión de un medio perturbado a su estado inicial, que haga posible la habitabilidad por parte de los organismos originarios u otros adaptados al uso futuro pretendido (SEFC, 2005). En el caso concreto de los bosques, muchos se han destruido ininterrumpidamente para satisfacer la creciente demanda de la humanidad por tierras y recursos. La contaminación, las plagas, las enfermedades y otros daños como los incendios forestales están dañando lo que queda. Por ello, restaurar los ecosistemas forestales significa replantar o conseguir un regenerado natural para que los árboles puedan volver a crecer.

Sin embargo, como algunos colectivos consideran la intervención humana sobre el bosque como perjudicial, se llega a interpretar que las plantaciones forestales, sobre todo las realizadas con especies foráneas, no son bosques. Bajo esta premisa, se limita el concepto de restauración a conseguir bosques regenerados con especies autóctonas o incluso a la sustitución de una plantación forestal por un regenerado natural de especies autóctonas. Así, se tiende a ningunear la gran aportación que pueden llegar a ofrecer las repoblaciones forestales a la biodiversidad, y todo un conjunto de servicios ecosistémicos que van mucho más allá de la mera producción de madera. Además, estos rechazos recaen sobre la parte social gestora cuya cultura e interpretación deberían también considerarse.

Como otro punto que contempla la hoja de ruta para implantar este marco en lo que resta de década, tendríamos la gestión sostenible de la biodiversidad y los ecosistemas. Si lo concretamos a la gestión sostenible de los bosques, la Resolución de Helsinki nº 1 de la Conferencia ministerial de celebrado en Finlandia en 1993, lo describe como: “la administración y uso de los bosques y terrenos forestales en una manera, y a un ritmo, que mantenga su biodiversidad y su potencial para cumplir, ahora y en el futuro con las funciones pertinentes en materia social, económica y ecológica a nivel global, nacional y local, y que no cause daños a otros ecosistemas”.

En sí mismo, la gestión sostenible no descarta ningún tipo concreto de forma para aplicar la gestión forestal. Lo que implica es responder positivamente a un conjunto de criterios e indicadores, es decir, a unos estándares establecidos que, analizan las implicaciones y ajustan, si acaso, algunos aspectos.

Uno de estos posibles ajustes es la denominada selvicultura próxima a la naturaleza. Es una selvicultura que bajo esta embaucadora denominación (puesto que el resto de selviculturas tampoco se alejan de ella) y haciendo seguir unas pautas concretas de gestión, puede presentar ciertas ventajas de cara a mejorar algunos aspectos relativos a la biodiversidad (cubierta continua, mezcla de especies, preferencia del regenerado natural y de especies autóctonas …) pero que también se ve lastrada con limitaciones y dificultades necesarias a considerar: intolerancia de muchas de nuestra especies arbóreas a desarrollarse bajo sombra, valores mucho menores o incluso ausencia de mercados para muchas maderas y gran parte del resto de servicios ecosistémicos, mayor dificultad técnica y logística en desarrollar este tipo de gestión, etc.

Sin embargo, muchos colectivos reducen el concepto de gestión forestal sostenible a tan solo esta forma de aplicarla. Tienden a sobrevalorar sus posibles ventajas, pero infravalorar, cuando no descartar, sus desventajas. Ante esto, hemos de reconocer que esta, es otra forma más de gestión forestal, conveniente a incorporar pero sin llegar a ser ni la única ni la mejor.

Igualmente, esta forma de producir es una extensificación de la producción, tanto en el tiempo como en el espacio (para conseguir producir una misma cantidad de producto se necesita más tiempo y más espacio). Esto es un gran inconveniente para satisfacer la demanda de una sociedad tan numerosa y afincada en un espacio tan reducido como la de Europa, en general, y la del País Vasco en concreto. Incorporar más superficies protegidas bajo la premisa de aminorar la gestión o redirigir esta hacia la selvicultura próxima a la naturaleza, implica intensificar en el resto la producción que abastezca nuestras necesidades y/o importarla más y de más lejos.

Las diversas formas de aplicar la selvicultura, es más, las diversas formas de aplicar la gestión en el ámbito rural, responden certeramente tanto a las características concretas de los lugares de producción, de las especies a usar como a las de nuestras necesidades como sociedad. Por ello, lo verdaderamente conveniente, es poder disponer de la mayor amplitud posible de ellas: diversificar la forma de gestión para poder así diversificar tanto los ecosistemas como su oferta de servicios. Una forma ancestral de desarrollar esta posibilidad es la generación de un paisaje en mosaico, alternando en él, distintas parcelas que desarrollen, cada una de ellas, una forma de gestión diferente.

De esta forma, el paisaje se completa de numerosas teselas. Cada una de ellas es homogénea internamente, aunque en su conjunto, dotan al paisaje de una amplia diversidad. Esto, además de propiciar una biodiversidad más amplia (hay de todo y por todo) genera muchas discontinuidades. Gracias a ello, el paisaje generado tiene la extensión de afecciones, como incendios o plagas, mucho más limitada y controlada (dificulta la propagación e intensificación).

No obstante, el principal escollo para desarrollar paisajes de este estilo, es el comportamiento social actual. No tendemos a abastecernos de materiales renovables, ni forma local ni estamos dispuestos a compensar con precios justos. La inmensa parte de la sociedad consume en base a otros aspectos (como el precio bajo, la comodidad de uso y compra o la homogeneidad del producto). Ligado con ello, la industria de transformación y distribución de los productos derivados (sierras, arquitectos, distribuidoras, almacenes, etc.) tiende a la especialización (para reducir costes y mejorar ventas) y a la concentración y a la exportación (para acaparar mayor cota de mercado).

El ámbito forestal tanto europeo como vasco es un claro ejemplo de esta deriva de la sociedad. La gran parte de la industria de la transformación trabaja mayoritariamente con madera de coníferas (sobre todo pino y abeto) mirando a grandes mercados exteriores y quedando el mercado de la madera de frondosas en una ínfima demanda, y encima, también dependiente del exterior. Aunque en el País Vasco, hasta ahora, esa industria de la transformación de la madera ha sido más bien pequeña y numerosa, ahora tiende a concentrarse (pasan a ser menos y son más grandes) como ha ocurrido en el resto de Europa.

Con todo, el Marco no desarrolla ninguna meta que conlleve estos ineludibles aspectos sociales. Por ende, las acciones políticas que urge desarrollar tampoco las contemplarán. Con lo cual, el objetivo de la conservación recae solamente sobre la parte social gestora, sin que el resto de la sociedad se vea implicada. Las obligaciones son para unos pero las mejorías para el resto.

Deberíamos darnos cuenta que los objetivos de conservación implican un fuerte sacrificio para todo el conjunto de la sociedad, no solo para los gestores. Contrariamente a como se está desarrollando ahora, el principal e inicial sacrificio lo debería emprender ese resto de la sociedad, la no gestora del medio natural, aquella que masivamente se beneficia de su gestión. Deberíamos concienciarnos para consumir preferentemente alimentos, materiales y energía renovables de producción local; para compensar con precios justos, por lo que no necesariamente baratos; para diversificar nuestros consumos, ampliando el abanico de oportunidades de producción; para reducir los mercados de nuestras industrias de transformación, limitando su tamaño; para diversificar los mercados a los que las industrias se dediquen, propiciando un mayor abanico para el consumo y asumir la compensación de todo el resto de servicios ecosistémicos a los gestores que deberán tenerlos en consideración en el momento de su producción.

Si realmente queremos conseguir transformar los modelos económicos, sociales y financieros y conseguir así conservar la biodiversidad en unos niveles óptimos, garantizando el correcto funcionamiento de los ecosistemas naturales del planeta, hemos de comenzar por una concienciación que requiere de un sacrificio. Un sacrificio de muchos de nuestros privilegios, de nuestras ansias y de nuestras comodidades. Primero de los consumidores y luego de los productores. De todos.

Aitor Onaindia Bereziartua

Basoa Fundazioa

5 de enero de 2023

Referencias bibliográficas:

  • Sociedad Española de Ciencias Forestales (S.E.C.F.). 2005. Diccionario Forestal. Mundi – Prensa. Madrid.